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El individuo y la masa, según Ortega y Gasset

Actualizado: 18 jun 2021


Ortega y Gasset Filosofía Fernando Mosteiro
Ilustración de Ortega y Gasset. Fuente: Revista Ethic

Tiempo ha pasado desde aquella. 90 años para ser exactos. El paso de la décadas suele provocar la pérdida de rigor de numerosos puntos de vista, reflexiones y análisis de la realidad; otrora llenos de veracidad y perspicacia al manifestarlos, pero que fueron fruto de su tiempo y que en él se anquilosaron.


Pero este no es el caso de La rebelión de la masas de Ortega y Gasset. Como si de un buen vino se tratase, la obra por antonomasia del filósofo madrileño coge más cuerpo y sabor con el paso del tiempo. Lo que había sido el intento de describir el ser humano de su tiempo, el del llamado periodo de "entreguerras" junto con el surgimiento de grandes corrientes sociales y políticas como el fascismo y el comunismo, se convirtió en una visión más transversal y universal que ni el propio Ortega llegaría a conocer de primera mano. La profundidad de sus conclusiones y la nitidez con las que las arrojó ayudan a entender desde los movimientos de masas de su época hasta el auge de los populismos de nuestros días. La claridad es la cortesía del filósofo llegaría a afirmar muchas veces, haciendo de esta máxima virtud de su trabajo.


Para entrar en materia y sin dilatarnos más en contextualizaciones, podríamos preguntarnos: ¿Qué es el hombre-masa, a quién o quienes se refiere Ortega cuando utiliza este concepto de cuño propio y cuales son sus características que lo convierten en eso mismo? Bien, en este caso dejo al lector/a el siguiente párrafo extraído del ensayo que estamos tratando y el cual comentaremos en profundidad a continuación:


Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales». Más que un hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga -sine nobilitate-, snob.

Ortega y Gasset Filosofía Fernando Mosteiro
La Rebelión de las Masas es el libro más conocido de Ortega y Gasset, publicado en 1930

El hombre-masa es un ser vaciado de su propia historia. Esto lo podemos explicar, si nos remontamos a inicios del siglo XX, cuando la sensación de cualquier coetáneo de aquel tiempo era que no existía tiempo más propicio para habitar, momento más prometedor para estar vivo y con mayor calidad de vida que su presente respecto a cualquier ejemplo de época histórica anterior. Y si bien esto seguramente fuera cierto, debido en gran suma al refinamiento de las técnicas científicas y la expansión económica internacional característica de aquellos años, no dejaba de pertenecer a una cadena histórica de acontecimientos que acabarían conformando aquel presente, siendo así clara heredera de su pasado.


Estos avances mejorarían de manera sustancial el nivel de vida de la mayoría de la población, junto con una cada vez más notoria participación política de la ciudadanía de a pie, acabaría incentivando la apertura a numerosos espacios antes reservados a la élite social. Respecto a esto, hace hincapié Ortega de la siguiente manera:


(...) Las nuevas masas se encuentran con un paisaje lleno de posibilidades y, además, seguro, y todo ello presto, a su disposición, sin depender de su previo esfuerzo, como hallamos el sol en lo alto sin que nosotros lo hayamos subido al hombro. [...] Mi tesis es, pues, esta: la perfección misma con que el siglo XIX ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida, es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como organización, sino como naturaleza.


Un nuevo ser humano emergía sobre los cimientos de la sociedad generada a partir de la revolución francesa de fines del siglo XVIII, que se terminaría conformando durante el convulso siglo XIX y se consolidaría con las democracias liberales predominantes de principios del siglo XX. Pero es en esta última etapa donde Ortega proclama que la percepción del ciudadano sobre la sociedad de la que forma parte se distorsiona gravemente, viéndola como "natural" y espontánea, lo que conlleva una despreocupación por preservar su vigencia como ente civilizatorio. Estos importantísimos avances son recibidos por los individuos de su época como hechos inamovibles, no como conquistas de largo calado histórico.


La apertura de este vasto abanico de posibilidades que se abre ante sí al hombre-masa es causa primera de su sensación de infinitud. Nada hay sobre él y a nada ha de doblegarse, ni siquiera ante los designios del azar ni de la incertidumbre. Todo lo que halla dentro de sí le basta, le confirma como poseedor de genuino carácter y condición, aunque lo único que albergue no sea más que un desierto de preguntas y un mar de respuestas. La escucha se torna de manera inexorable en una cualidad sin utilidad alguna mas que desestabilizar el rigor del juicio del individuo.

Hombre Masa Ortega Filosofia Fernando Mosteiro

Esto suele traer aparejado un alejamiento de cualquier creencia extrasensorial o divina por parte del hombre-masa, de la cual no es capaz de formar parte y radica necesariamente en lo externo a sus capacidades, y de un acercamiento a la política donde, con no poca esperanza, piensa que forma parte decisiva para el devenir de los acontecimientos de su presente. Pero, ¿podemos dar credulidad a quién antes con vehemencia rendía pleitesía a cualquier manifestación religiosa, que no actúe de misma manera y proceder cuando se trate de asuntos humanos y sociales? Porque seamos honestos, y con esto lanzo una pregunta directa a mi estimado lector/a que a buena cuenta animo a que conteste, ¿Qué diferencia a un fanático religioso de un fanático político?


Vivimos en un mundo diferente al que vivió Ortega, esto está claro, pero solo en apariencia. En un metafórico escaparate se muestran distintas prendas de ropa de colores vivos y llamativos, acordes con los gustos de nuestro presente, pero los maniquís que visten siguen siendo los de antaño. Los mismos de siempre. Porque, personalmente, no encuentro diferencias profundas en los grandes movimientos sociales y políticos de nuestro tiempo respecto a los que se hacía referencia Ortega en su obra. Nacionalismos exacerbados de toda índole, corrientes feministas acríticas y disciplinarias, alzamientos identitarios carentes de contenido y de rigor intelectual no hacen más que conformar el sustento de los hombres y mujeres-masa de nuestro tiempo. La circunstancia que nos ha tocado vivir y habitar, surgida en un mundo profano que no reniega de su carácter religioso intrínseco, únicamente podrá ser abordada con un alarde de arrojo y honestidad que solo puede darse en la ejercitación de la duda, de la pregunta, del análisis exhaustivo del porqué. Aunque la mayoría de las personas no van hacia ninguna parte, es un milagro encontrarse con una que reconozca estar perdida, dijo el filósofo español en alguna ocasión. Y razón no le faltaba, joder.


Estamos condenados a pertenecer a un rebaño que no conoce a su pastor, incapaz de gobernarse a sí mismo y que aspira a gobernar a los demás. Imponer una cosmovisión de todo lo que acontece bajo el cénit que nos cobija, en un mundo donde resulta mucho más importante anunciar la deseada respuesta que plantearse la necesaria pregunta.




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