El hecho de que somos hijos predilectos de nuestro propio relato resulta, cuanto más pasa el tiempo y este se va convirtiendo de forma pasiva en historia, en una certeza imposible de demostrar, a la cual solo con la mera intuición podemos aproximarnos con la incredulidad característica de un niño pequeño. Muchos han sido quienes, con honestidad a veces y con desidia otras, han tratado de discernir sobre qué historias, cuentos y narrativas nos encontramos definidos como cultura y sociedad. Este es sin duda el caso de Sigmund Freud y su estudio de las pulsiones, ejemplificadas en un marco teórico donde Eros y Thanatos sirven de puente entre el relato que nos define y el que nos da forma y la realidad que habitamos, que experimentamos.
Para poder entender los conceptos de Eros y Thanatos en la extensa obra del psicoanalista vienés resulta fundamental conocer a qué nos referimos con pulsión. Recibe el nombre de pulsión todo aquel impulso o fuerza que conduce al sujeto a llevar a cabo algún tipo de acción, generalmente con el fin de satisfacer algún tipo de necesidad. Se trata de fuerzas poderosas que surgen ante un estado de tensión corporal, que busca ser resuelta. En definitiva, la pulsión es en último término inicio de cualquier actividad mental.
En la incipiente psicología de inicios del siglo XX, Freud surgió como un volcán que entra en erupción, proponiendo a la comunidad científica de la época unos estudios sobre el inconsciente, conflictos intrapsíquicos y pulsiones representadas por las figuras mitológicas de Eros y Thanatos que revolucionarían el campo de la psicología. Aunque muchos de los libros de Freud se traten a día de hoy más de ciencia-ficción o pura literatura que estudios científicos como tal, sería totalmente erróneo, a la par que injusto, no otorgarle al médico vienés una importancia capital y valentía intelectual notoria en un tiempo en el que no existía respeto alguno ni había cabida en el ámbito científico para las teorías psicoanalíticas. Algo que aún a día de hoy arrastramos, con la extensa consideración de pseudociencia que pesa sobre el psicoanálisis.
Sigmund Freud publica en 1920 Más allá del principio de placer, estudio que marcó un punto de inflexión en su trabajo. Acababa de dar término la I guerra mundial, llamada popularmente como la Gran Guerra, en 1918. Durante aquellos años Europa se convirtió en un campo de batalla enorme donde millones de seres humanos murieron en un conflicto donde, además de los muertos y heridos en combate, los traumas psicológicos fueron de gran calado y se propagaron como si de un virus se tratara. En palabras del propio Freud:
La vida onírica de la neurosis traumática reconduce al enfermo, una y otra vez, a la situación de su accidente, de la cual despierta con renovado terror. El enfermo está fijado – se sostiene – psíquicamente al trauma.
En contra de lo que había deducido años anteriores, Freud observó que los pacientes, en su mayoría antiguos soldados en el frente, rememoraban los episodios traumáticos llegando en ciertos casos a recrearlos de forma vívida. Estas manifestaciones que mostraban una compulsión de repetición en sus pacientes, le llevo a plantearse su propio concepto del principio de placer, contraponiendo este a la, denominada por el mismo, pulsión de muerte o Thanatos.
Como había explicado en obras anteriores, las pulsiones impulsadas por el principio de placer se hallaban en el origen de todas las tendencias que favorecen la vida, tanto propias como ajenas, tales como la amistad, el cuidado, el amor etc. Estas pulsiones actuaban a favor de la unión, en pro de la agregación y armonía; dirigido todo ello por la figura mitológica de Eros. Siendo Freud como era gran amante de la mitología griega, no podría haberlo ejemplificado de mejor manera.
Por el contrario, al observar la recreación de estos episodios traumáticos en sus pacientes, llegó a la conclusión que en la psique humana entraban en conflicto las pulsiones descritas con anterioridad, las que englobó bajo la figura de Eros, junto con otro tipo de pulsiones, las de muerte o destrucción, en este caso ejemplificadas en Thanatos. Estas últimas expresaban la tendencia de todos los seres vivos a regresar a un estado inorgánico, al equilibrio absoluto que encarna la muerte. En conjunto, todas estas pulsiones afectan desde al propio individuo como hasta la sociedad en su totalidad. Tanto pueden conllevar la paz entre los pueblos, el amor de una pareja; como al asesinato de un amigo por envidia o la más cruenta de las guerras entre estados vecinos.
Eros promueve la vida en sociedad, la unión, la creación de lazos. Thanatos en cambio la destrucción de estos últimos, el caos y la barbarie, todo aquello que incita al ser humano a devolver al punto de partida todo aquello que se ha construido con constancia y tesón. La disgregación más absoluta. Ambos, Eros y Thanatos, se encuentran enmarcados en el Ello, una de las instancias de la denominada segunda tópica freudiana de la composición de la psique humana, que la complementan las instancias del Yo y el Superyó, instancia que abordaremos en otro artículo en el futuro.
En los tiempos que vivimos, ¿bajo que impulso creéis que nos encontramos en nuestro presente, qué pensaría Freud sobre nuestra sociedad bajo estas premisas que él mismo ha postulado?
La historia es solo gente nueva que comete viejos errores, diría. Esperemos que no tenga razón, como en tantas otras cosas.
Podrías rastrear el influjo de Freud en Gasset, por ejemplo, y acercarlo al trauma español del XX. Es una idea.
Un saludo!!!