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Frances Ha: El Eton mess y la reconstrucción de nuestras ruinas


Frances ha Julia Juanatey Fernando Mosteiro
Fotograma de la película "Frances Ha" - 2012

Tardé demasiados años en ver Frances Ha, una película que, por su estética, su banda sonora y su localización, me tenía que gustar, pero aún así, la pereza me llevaba constantemente por otro camino. “Otro cliché hecho película indie” pensaba. Chica adorablemente torpe que cautiva al público con su incapacidad para adaptarse a la vida real y adulta, esa que, se supone, te roba cualquier resquicio de libertad e ilusión. Como con muchas cosas en esta vida, estaba equivocada.


Hay películas que, al igual que muchas canciones, llegan a tu vida en el momento exacto, cuando más las necesitas -aunque no lo sepas- para devolverte a tu eje gravitatorio. Frances Ha fue una de ellas. La vi por primera vez con 26 años - más o menos la edad de Frances en la película- en pleno confinamiento y sin trabajo. Había vuelto de Londres justo antes de que el mundo se parase en marzo de 2020, con la idea de mudarme a Madrid con mi pareja de aquel entonces y buscar un trabajo como pastelera, en la ciudad que me permitiría beber vermut con mis amigos los domingos. Por suerte, lo primero - lo de mi pareja -no me salió, lo segundo (unos meses después) si. Lo importantes que son el tiempo y la perspectiva, pero de eso ya hablaremos otro día.

Al igual que Frances, yo no me sentía una persona “real” todavía. Acosada por todos los compromisos socialmente impuestos que no cumplía y, comparándome con personas de mi entorno qué si lo hacían, me di cuenta, Frances no era otro cliché indie. Frances es el perfecto ejemplo del desastre que somos todos, de nuestros miedos y deseos, de la realidad que todos guardamos dentro; el temor a nunca ser aquello que siempre quisimos ser, el temor a no saber qué somos.


Al inicio de la película, la realidad de Frances se desmorona, al descubrir que su eterna compañera y amiga Sophie, decide no renovar su contrato de alquiler en Brooklyn para mudarse al barrio de TriBeCa en Manhattan. Lo que Sophie ve como un paso lógico a dar en su vida personal y profesional deja a Frances nadando en un mar de inseguridades sobre su propia vida y su futuro. Los constantes logros de Sophie, que consigue su trabajo soñado en una Editorial y se promete con el “soltero de oro de Manhattan” solo llevan a que su relación se rompa cada vez más, poniendo en relieve que, la inestabilidad y falta de perspectiva de futuro de Frances, no tienen cabida en la “perfecta” vida de Sophie.

En una de las escenas más icónicas de la película, podemos ver a Frances bailar al ritmo de Modern Love de Bowie, mientras recorre East Houston Street. Este momento ejemplifica a la perfección una realidad; la felicidad también se construye a pesar de los golpes, las frustraciones y la incertidumbre del salto al vacío que existe entre querer y alcanzar, del cementerio donde residen nuestros fracasos.


Es muy fácil entrar en la comparativa al ver como tu vida se va desmoronando, al mismo tiempo que las personas que te rodean construyen la suya, algo que Frances consigue esquivar con un brillante y envidiable optimismo. La realidad es que no podemos vivir la vida de los demás a través de nuestros ojos, no podemos asumir la felicidad ajena.

Frances asume su caos como parte de su identidad, como otra virtud inseparable a su forma de ser. Abandonándose a la lógica quizás llevaría una vida más sencilla, pero quién opta por la tranquilidad si para alcanzarla tienes que renunciar a bailar en Central Park, ante la atónita mirada de turistas y oficinistas. La felicidad siempre llega, pero solo centrándonos en la propia conseguiremos aguantar y reconstruir nuestras propias ruinas. Pese a todo lo que somos y no podemos – ni queremos- dejar atrás.



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ETON MESS


Uno de los postres más emblemáticos de la repostería inglesa, personalmente, no me puede atraer más un postre que ensalza el desastre en el país de la puntualidad y la perfección. Aunque la preparación y horneado del merengue pueda parecer algo engorroso, la dificultad de este postre es prácticamente inexistente – siempre que tengas una pesa y un horno que funcione correctamente – “it´s fool proof” como dirían nuestros amigos anglosajones.

INGREDIENTES


3 versión mini Eton Mess


Para el merengue


3 claras

120 gr de azúcar glas

20 gr de miel

1tsp de vainilla

1 tsp de sal

1tsp de vinagre de manzana


Para la nata montada


200 gr de nata 35%

20 gr de azúcar glas


Para la compota de fresas


150 gramos de fresas

1tbs de azúcar

2tsp de canela


Decoración


Fresas

Piel de limón


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1. Antes de nada, precalentaremos el horno a 220º con la opción de ventilación.


2. En un bol, mezclamos las claras, la sal y el vinagre y batimos hasta que adquieran una textura espumosa y blanca. Si tienes una batidora eléctrica – que no minipimer – acelerarás bastante este proceso.


3. Añadimos el azúcar la vainilla y la miel y continuamos batiendo hasta que tengamos una textura blanca y brillante. Para saber si está listo, siempre puedes hacer el truco de darle la vuelta al bol sobre tu cabeza. Si no se cae el merengue, está listo, si, por el contrario se cae, date una ducha y vuelve a empezar.


4. Colocaremos el merengue sobre una bandeja de horno con un papel vegetal. Para hacer la forma lo mejor es coger una cuchara sopera y verter un par de cucharadas sobre la bandeja, a continuación le daremos forma redonda. Repetimos el proceso tres veces.


5. Cuando tengamos el horno a 220 grados, bajaremos la temperatura al mínimo, unos 50 grados, y meteremos los merengues. Bajando la temperatura de golpe conseguiremos que los merengues se sequen lentamente sin quemarse y aceleraremos un poco el proceso al iniciarlo con el horno caliente. Horneamos durante una hora y media.


6. En otro bol, mezclamos la nata y el azúcar glas y batimos hasta que tengamos una crema chantilly, con suficiente fuerza pero que no llegue a estar montada, queremos que se caiga ligeramente sobre nuestras mini pavlovas/merengues horneados.


7. Por último preparamos la compota de fresas mezclando todos los ingredientes en una olla a fuego medio. Si ves que se pegan, puedes añadir un par de cucharadas de agua. Removemos constantemente hasta que tengamos una textura de compota.


8. Reservamos en la nevera la compota y la nata hasta que tengamos los merengues listos y fríos y montamos.





RECETA, de la mano de Lucía Rodríquez-Juanatey (@luciajuanatey). Para más recetas y artículos de su autoría ¡id a su página web!: https://lumepasteleria.substack.com/

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