La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño
Resulta pretencioso e imposible querer definir mediante un aforismo el trabajo de uno de los grandes pensadores de la historia. ¿Filósofo? No sabría deciros con certeza si a Friedrich Nietzsche se le puede catalogar como tal. Los grandes filósofos de la historia desarrollaron sistemas filosóficos mediante los cuales daban explicación y forma a su visión de la realidad, del ser, del porqué de las cosas y del papel del hombre y la mujer en sus respectivas andaduras vitales. Pero Nietzsche carecía totalmente de sistema alguno. Su virtud se hallaba depositada en un transversal discurso contra-sistémico. Dentro de su obra se lleva a cabo una apología vehemente de una insumisión ideológica de cualquier índole, ante todo lo establecido, venga de donde venga y obedezca a quien obedezca. En su obra El Anticristo, escrita en 1888 pero que no se publicó hasta el año 1895 por la controversia que provocó lo que en esta obra vertía el pensador alemán, podemos observar una crítica visceral al cristianismo en su conjunto, así como de conceptos modernos como el igualitarismo y la democracia liberal decimonónica. Y entre todo esto, famosos son los aforismos que dedica a la figura de Immanuel Kant, al cual llega a catalogar como punta de lanza de la decadencia de la filosofía alemana:
Diré aún dos palabras contra el moralista Kant (...) ¡Cómo no se sintió el imperativo categórico de Kant como un peligro mortal! (...) ¿Qué arruina tan rápidamente como trabajar, pensar y sentir sin que medie una necesidad interior, una vocación hondamente personal, un placer?, ¿Cómo autómata del deber? Tal cosa es nada menos que la receta para la décadence, hasta para la idiotez... Kant se convirtió en un idiota (...) El instinto equivocado en todas las cosas, la antinaturalidad como instinto, la décadence alemana como filosofía; ¡he aquí Kant!
Más que relevante resulta ser la animadversión que muestra hacia el platonismo y su desarrollo posterior: el cristianismo. La proposición platónica de la existencia de un mundo no tangible, lugar donde habitarían los conceptos puros, las ideas supremas e impolutas, las cuales determinan y definen la imperfección de esos mismos conceptos e ideas en el mundo terrenal, a Nietzsche le parecería un ultraje, un engaño milenario en el que seguimos enfrascados y que es causa fundamental de la mediocridad del hombre moderno. Acabaría denominando en su libro El Anticristo, , ya nombrado con anterioridad, que el cristianismo resulta ser platonismo para el pueblo:
"una forma de enemistad mortal, hasta ahora no superada, con la realidad"
Para lo que Platón es ideal y supremo, para Nietzsche es imaginario y mentira. Si Platón venera la lógica socrática, Nietzsche la desprecia y la bautiza como pretenciosa y falsa intelectualidad. El fin de la metafísica empieza con él, diría más tarde Martin Heidegger. el cual fue un gran estudioso de la obra de Friedrich, y con ello el inicio del pensamiento posmoderno que se desarrollaría durante todo el siglo XX hasta nuestros días.
A fin de cuentas, Nietzsche es un rebelde, una oveja descarriada del λóγος -lôgos-, que deconstruye el propio concepto y método con las herramientas que este mismo le ofrece. No hay verdad última posible, no hay respuesta válida a lo primigenio; entonces ¿Por qué formularse la pregunta siquiera?
La utópica respuesta a esta pregunta tiene, según Nietzsche, solo un fin: una explicación de hondas raíces éticas, de la cual emana la principal coerción humana de nuestro tiempo. El posicionamiento del individuo más allá del bien y del mal resulta vital, pudiendo conllevar una plena liberación de las cadenas a las que nos encontramos apresados como seres humanos. Una nueva ética en la que impere la voluntad de poder, mediante la cual cada individuo sea capaz de generar su propio compendio de normas morales y convertirse, de este modo, en un ser radicalmente libre. Este utópico humano sería bautizado por Nietzsche como Übermensch - superhombre -, sujeto del cual sería característico la continua superación de sí mismo, de sus habilidades y destrezas. Un hombre nuevo que se conformaría como semilla de un mundo más justo y libre, donde el individuo se enfrentara a la vida y asumiera la realidad de tal manera que si tuviera que vivir de nuevo infinidad de veces esa misma vida, sería feliz al hacerlo - lo que el propio Nietzsche denominaría como eterno retorno -.
Aún se dejan oír los ecos que nos llegan en nuestros días del pensamiento de Friedrich Nietzsche. Resulta de suma importancia el análisis que el filósofo alemán realizó del hombre de su época, el cual poco o nada ha variado en nuestro presente. Estemos más o menos de acuerdo con sus posturas, seamos convencidos reaccionarios de sus escritos o, por el contrario, nos hayamos convertido en paladines de su icónica lucha contra el nihilismo moderno; el mundo que habitamos sería totalmente incomprensible sin las reflexiones de Nietzsche y su característica forma de filosofar a martillazos, con el desgaste propio que provoca, de forma inmisericorde, el choque del martillo contra el yunque.
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