Volvemos a las andadas, al periplo que se inició hace varios meses en el que recorremos obras notables de la historia de la pintura y de otras disciplinas de una manera sucinta y, espero que comparta esto mi estimado lector/a conmigo, entretenida. He de reconocer que me encuentro con numerosos cuadros, esculturas y edificios que piden a gritos un humilde homenaje en forma de análisis en la web, pero como las temáticas de la misma son variadas solo me puedo permitir tratar este tipo de asuntos de vez en cuando. Por esto último, resulta más que complicado decidir qué obra será la siguiente, dentro de un catálogo notablemente extenso que nos brindan numerosos museos y pinacotecas de todos los rincones del mundo. Recuerdo a los lectores que si desean que trate alguna obra en concreto pueden ponerse en contacto conmigo desde el propio formulario de la página web, y yo, encantado, abordaré lo que a bien tenéis que ofrecer.
Sin más dilación, hoy traigo una de las obras cumbre de las denominadas marinas del pintor ruso de origen armenio Iván Aivazovski: Novena ola de 1850. Este estilo pictórico se caracteriza por tener como tema fundamental el mar y todo lo que él engloba. Encontramos su surgimiento durante el Renacimiento, donde numerosos paisajes venecianos y griegos fueron retratados por artistas de la época. Pero no sería hasta el siglo XIX, en pleno apogeo del romanticismo como estilo predominante en Europa, cuando se realizaron las mayores obras de marinas de la historia, entre las que se encuentra; fuera de cualquier duda, la que nos atañe en el presente artículo.
Para poder colocar en contexto al curioso lector o lectora, relataré brevemente la biografía del autor. Iván Konstantínovich Aivazovski nació mientras transcurría el año 1817 en Feodosia, una pequeña población de la península de Crimea, en la que también fallecería ochenta y tres años más tarde, en el año 1900. Hijo de un mercader armenio, aprendió a dibujar con Jacob Koch, un arquitecto local. Con solo dieciséis años se mudará a la capital del Imperio Ruso de la época, San Petersburgo, para seguir su formación como pintor en la Academia Imperial de las Artes, especializándose primero en el estilo paisajístico de la mano de su tutor Maksim Vorobiov, pero encontrará su verdadera pasión años después en las clases de pintura de batallas de Alexander Sauerweid. Acabó graduándose con una medalla de oro -la más alta condecoración académica de la institución- en 1837, dos años antes de lo previsto.
Al poco de terminar sus estudios, el joven Iván participó en varios ejercicios de la Flota del Báltico en el Golfo de Finlandia. A la vuelta a su Feodosia natal también se involucró en ejercicios militares en la costa de Crimea, frente al Mar Negro. Estas experiencias resultarían fundamentales en su porvenir artístico, dotando al joven pintor de una mirada genuina y auténtica que desarrollaría con el paso del tiempo en sus más de 6.000 obras que contienen su firma. En 1840 es enviado por la Academia Imperial de las Artes por varios países europeos donde pudiera seguir su formación, admirando y llegando a conocer en personas a numerosos artistas de su época. Entre ellos podemos destacar su encuentro en Gran Bretaña con J.M.W Turner, pintor al cual realicé un análisis de su obra Régulo y que el lector/a podrá acceder al final del presente artículo, el cual declaró su admiración ante la joven promesa rusa por su obra La bahía de Nápoles en una noche a la luz de la luna, llegando a dedicarle una eulogía -una especie de "bendición" a la obra en forma de poema- en italiano.
Durante tres años, Aivazovski recorrerá Europa visitando museos, contemplando esculturas y edificios que no harán más que refinar aún en mayor medida su ya refinado pincel. A su vuelta a Rusia, será nombrado artista oficial de la Armada Rusa para pintar marinas, escenas costeras y batallas navales. Permaneció estático desde una perspectiva estilística ya que mientras en la Rusia de mediados del siglo XIX comenzaba a surgir un nuevo estilo de realismo pictórico, Aivazovski no dejó nunca atrás la mirada romántica en sus cuadros, lo que le granjeó numerosas críticas en los círculos artísticos de la época.
Para poder abordar la extensísima obra del pintor ruso no encontré mejor lienzo que Novena ola. Considerada por muchos artistas y críticos como la "pintura más bella de Rusia", el lienzo nos presenta un grupo de desafortunados marineros en mitad de un naufragio a plena luz del amanecer. Aivazovsky logra en esta pintura una perfección técnica absoluta, colocando a los náufragos en una posición de extrema fragilidad ante la inclemencia de las embestidas de un océano enfurecido. A continuación presentaré pequeñas fracciones del cuadro para que el lector/a pueda apreciar de mejor modo los detalles que el lienzo ofrece al espectador.
El lirismo que otorga a la obra el intento de supervivencia de los marineros es de una notable sutileza. Como si a un milagro encomendasen sus vidas en alta mar los rayos del sol al alba semejan ir a su rescate, siendo este astro el centro de la composición. No obstante, es la potente, casi mística, representación difusa del sol la que ilumina la escena con una extraña y onírica gama de tonos rosados y verdosos, tal y como podemos observar en la siguiente imagen.
Iván Aivazovski puede y debe considerarse como uno de los grandes maestros del romanticismo pictórico, especialmente por su exquisita técnica a la hora de plasmar el hipnótico movimiento del mar en sus marinas románticas. El detalle con el que esboza las casi minúsculas gotas saladas salpicando el viento marino desprenden una belleza fuera de lo normal, llegando a provocar en el espectador de la obra ese sentimiento de sublimidad hacia lo bello tan característico del romanticismo decimonónico.
Recomiendo encarecidamente al lector o lectora que visualice en Google o en la propia web del Museo Estatal Ruso otras obras de Iván Aivazovski ya que no tienen desperdicio. Siendo un pintor de fama reconocida en vida, en la Rusia del siglo XIX su nombre se convirtió en sinónimo de belleza artística. Antón Chéjov llegaría a popularizar la frase "digno del pincel de Aivazovski" en su obra literaria Tío Vania. sentencia que acabaría trasladándose al acervo lingüístico y cultural del pueblo ruso.
Iván Aivazovski realizó miles de obras durante sus más de sesenta años de carrera artística, siendo así uno de los pintores más prolíficos del siglo XIX y de la historia. En el día de hoy homenajeamos su figura a través de uno de sus óleos sobre lienzo más memorables y bellos, ¡que no es poco!
Fecha - 1850
Estilo - romanticismo
Características - óleo sobre lienzo, 221 cm × 332 cm
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