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Vista del jardín de la Villa Médici en Roma - Diego Velázquez

Actualizado: 22 nov 2021


Velázquez arte Fernando Mosteiro
Vista del jardín de la Villa Médici en Roma (La entrada de la gruta) - Óleo sobre lienzo, 48,5 cm x 43 cm, hacia 1630

Dichoso el momento que decidí crear un apartado específico en la página web dedicado al comentario y estudio de obras icónicas de la historia del arte, motivado en gran medida por la admiración que profeso a tres pintores en particular y que con este artículo ya puedo decir que cierro este particular triunvirato pictórico. Para cualquiera que haya buceado por estos artículos que he ido publicando desde no mucho tiempo atrás, podrá darse cuenta de una manera bastante obvia de a quienes me refiero. Desde el paisajismo pre-impresionista de William Turner al tenebrismo barroco de Caravaggio, en el día de hoy traigo al lector/a dos obras sorprendentemente desconocidas para el gran público del pintor y maestro sevillano, Diego Velázquez.


Diego Rodríguez de Silva y Velázquez nace en Sevilla en 1599. Su padre, Joao Rodriguez Silva, es de origen portugués; su madre, Jerónima Velázquez, es sevillana. Adopta el apellido de la madre, según la usanza portuguesa, frecuente también en la Andalucía de la época. Como es bastante común en muchas familias procedentes de Portugal y establecidas en Sevilla a fines del siglo XVI, es posible que Velázquez tuviera orígenes hebreos. No es seguro, por el contrario, que sus antepasados fuesen nobles, condición de la que pronto tratará de jactarse y en la cual Palomino, su biógrafo, insistirá -remontándose en su búsqueda de los antepasados de los Silva- hasta la figura legendaria de Eneas Silvio, rey de Albalonga. De todos modos, esta supuesta nobleza no tendrá especiales consecuencias, ni económicas ni sociales, en la vida de Velázquez. Fue decisivo, en cambio, el ambiente estimulante en el que nace. La Sevilla de la época era una ciudad rica y pujante, en gran parte debido a ser la principal plaza de comercio con las Indias de la península, ciudad donde proliferó la creación de negocios, gremios y talleres. Fue en uno de estos últimos donde un joven Velázquez conocería a su maestro, y posteriormente suegro, Francisco Pacheco, persona crucial en la vida del pintor sevillano ya que además de ser su mentor, fue su gran protector y quién le introdujo en la corte de Madrid, donde con el paso de los años acabaría siendo pintor de cámara de Felipe IV.

Velázquez Pacheco Arte Fernando Mosteiro
Retrato de Francisco Pacheco, Óleo sobre lienzo, 40 cm x 36 cm, 1620

Pero no nos vayamos del asunto que nos atañe, que no es otro que los cuadros que realizó, presuntamente, en su primer viaje a Italia entre los años 1629 y 1630 y el cual he mostrado a mi bienquerido lector con anterioridad el primero de ellos y haré lo propio con el segundo a continuación. ¿Por qué me refiero a que los realizó de forma presunta en dichas fechas? numerosos críticos de arte y estudiosos de la obra del maestro sevillano observan una técnica muy avanzada en bocetística, casi impresionista. ¡Y es justo este el motivo de porqué traer a todos vosotros estos lienzos! Podría haber traído a esta sección cuadros de la talla de Las Meninas, Las Hilanderas, El Aguador de Sevilla entre otros muchos, pero el genio de Velázquez no solo fue debido a una técnica pictórica exquisita y a una contextualización del lienzo soberbia, fue también uno de los grandes precursores del movimiento impresionista, adelantándose al mismo la friolera de doscientos años. Característico de la segunda mitad del siglo XIX, del movimiento impresionista formaron parte pintores de la talla de Sisley, Pissarro y Monet. Este último llegó a catalogar a Velázquez como "pintor de pintores", y se declaró profundo admirador de los lienzos del artista sevillano en su viaje en 1906 a Madrid, en busca de inspiración artística en los museos de la capital española. Escribiría Monet a su amigo y marchante de arte Paul Durand Ruel lo siguiente:


Aquí estoy descansando desde hace algunos días, y me proponía pedirle que viniera a comer, pero acabo de decidir poner en ejecución un proyecto que tenía desde hace tiempo: ir a Madrid a ver los Velázquez. Salimos el viernes por la mañana en coche para tres semanas. Si usted pudiese facilitarme la visita de algunas obras de arte en Madrid, le agradecería que me escribiese unas palabras inmediatamente, dado que podemos salir el jueves después de comer.

Vista del jardín de la Villa Medici de Roma con la estatua de Ariadna, óleo sobre lienzo, 44,5 cm × 38,5 cm, hacia 1630

A estas alturas del texto ya hemos mostrado las dos obras que nos trataremos en el actual artículo, realizadas de forma casi simultánea y au plen air, y las cuales podemos concebir como plenas obras maestras de la historia de la pintura universal, dado que la técnica utilizada por el artista resulta ser revolucionaria: la ligereza de su pincelada con la que apenas esboza las formas de las figuras que aparecen en el cuadro, la plasmación del movimiento fluctuante de los reflejos y de la voluntad que parece latir en ellos de plasmar un momento concreto, es decir, de describir unas circunstancias atmosféricas determinadas, lo que ha llevado a la teoría de que nos encontramos ante una representación de la "tarde" y el "mediodía", anticipando lo que haría Monet dos siglos más tarde con sus famosas series de la catedral de Rouen.

Monet Arte Fernando Mosteiro
Serie de la Catedral de Rouen de Monet, óleo sobre lienzo, 107 cm × 73.5 cm, 1894

Resulta de radical importancia recalcar que en la época que habitó Velázquez la pintura paisajística se consideraba un estilo menor conforme a la doctrina de la «jerarquía de los géneros», la cual colocaba la pintura de historia en la cima. Podemos sacar a colación otras grandes obras de su tiempo que tuvieron como función la decoración de catedrales, iglesias o palacios, lienzos que representaban algún icónico pasaje bíblico, mitológico o bélico de manera profundamente grandilocuente. En este momento cuando Velázquez toma como protagonista del cuadro al propio paisaje, a la naturaleza como tema en sí mismo, dejando atrás el detalle que él mismo había practicado (y del cual era un maestro absoluto) en sus obras anteriores para pintar con manchas, dando ligeros toques con el pincel sobre el lienzo.


Son cuadros que representan de manera fiel otros tantos rincones de la Villa Médicis, uno de los palacios más importantes de Roma. En ellos aparentemente no existe un tema identificable, pues los personajes que los pueblan vagan por el jardín sin interpretar una historia concreta. En el primero de ellos, una lavandera parece extender una sábana sobre la balaustrada, mientras dos hombres abajo conversan quizá sobre la arquitectura que contemplan. A su lado un busto clásico, probablemente un Hermes, asoma entre el seto, y en la pared una hornacina con una escultura que nos recuerda el prestigio del lugar como depositario de una espléndida colección de estatuaria antigua.

En la segunda obra, un criado o jardinero aparece en primer término dirigiéndose al caballero, mientras al fondo, un hombre con capa se asoma ante la serliana para mirar el espléndido paisaje de cipreses, cielo y edificios y anticipa algunas de las tan delicadas figuras contemplativas que ha popularizado el Romanticismo nórdico, mientras a su derecha duerme Ariadna convertida en mármol.

La modernidad de Velázquez no fue reconocida hasta el siglo XIX, momento histórico en el que la pintura se libera en gran medida de las temáticas literarias para apropiarse nuevamente de sus intrínsecas cualidades figurativas. Fueron los impresionistas, tal y como ya hemos señalado con anterioridad en el texto, quienes reconocieron en Velázquez el precursor del puro ver y lo elogiaron como pionero de la pintura contemporánea. Y es aquí donde encontramos la grandeza y la radical influencia que el maestro sevillano dejó para la posteridad a sus venideros, aunque su forma pictórica no diera lugar a ninguna escuela, con todo, su estilo de pinceladas largas, poderoso impacto visual, gradación de los planos cromáticos, progresiva "disolución" de las formas hasta lograr la ligereza de los colores y de la luz, anticiparía la pintura del realismo decimonónico y la impresionista, haciendo de él mismo un visionario y un genio del arte pictórico sin parangón.




Fecha - hacia 1630 (algunos autores las sitúan sobre el 1650)


Estilo - barroco español, proto-impresionismo


Características - óleo sobre lienzo, 44,5 cm × 38,5 cm --- 48,5 cm × 43 cm

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