En cualquier rama artística que tratemos siempre existirán obras que, ya sea por su iconografía o relevancia, terminen por conformarse como puntos de inflexión en el porvenir de dicho arte. Este es el caso de The Misfits, película rodada entre los meses de junio y noviembre del año 1960 en el desértico estado de Nevada, con todo lo que esto conllevaba - temperaturas de 40 grados centígrados, dificultades logísticas etc. -, pero no solo complicarían los factores geográficos el rodaje, siendo estos insignificantes respecto a los problemas personales que los integrantes del largometraje arrastraban consigo. John Huston acabaría dirigiendo a un elenco de estrellas de cine que se encontraban en el ocaso de sus carreras. El propio Huston bebía en exceso, jugaba diariamente en los casinos de Reno y hasta la propia productora (representada en este caso por Frank E. Taylor) tuvo que hacerse cargo de varias deudas del director contraídas en estos establecimientos.
Sea lo que fuere, Huston se sentía como pez en el agua en este tipo de ambientes caóticos y estrafalarios. Prueba de esto es el resultado final de la propia película, la cual obtuvo una recepción mediocre en su estreno el 1 de febrero de 1961 pero que con el tiempo acabó generando un culto hacia la misma por parte tanto de críticos como del público en general. Sin saberlo, Huston rodó un filme en donde sus personajes irradian soledad e inadaptación - tal y como refleja el propio título - junto con el contexto del fin de los cowboys y su austera forma de vida, en un mundo que se encuentra en una precipitada transformación donde resulta no haber cabida para este tipo de nómadas, hijos malditos de las llanuras. Con The Misfits podemos dar como cerrada la etapa de oro del cine estadounidense, representando esta caída de manera más que notoria la decadencia de sus actores y, paradójicamente, de sus respectivos personajes. "¡El último western!", clamaría Arthur Miller, famoso dramaturgo y guionista de la película además de ser marido de Marilyn Monroe durante el rodaje, aunque ambos en este momento ya se encontraban en un proceso de divorcio que estaba hundiendo, aún más si cabe, la frágil salud mental de la icónica actriz.
The Misfits fue la última película de Clark Gable y de Marilyn Monroe. El primero sufrió un infarto de miocardio tres días después de finalizar el rodaje, muriendo finalmente el 16 de noviembre de 1960 a los 59 años de edad. Marilyn en cambio llegaría a ver el montaje final del largometraje, pero acabaría falleciendo un año y pico después en extrañas circunstancias en su vivienda de Los Ángeles, un 5 de agosto de 1962. Montgomery Clift, el tercer protagonista de la película y del cual se esperaba poco o nada - condenado al ostracismo en el Hollywood de la época por sus continuos excesos con las drogas e irresponsabilidades durante los rodajes-, acabó firmando tres obras más antes de su muerte, acaecida esta misma en 1966.
Durante el transcurso de la película observamos una sinergia del trío protagonista nunca antes vista en la historia del cine. La identificación de los actores con sus respectivos personajes era más que claro, y esto fraguó una naturalidad pasmosa delante de las cámaras. No por casualidad Arthur Miller escribió el guion por y para su mujer Marilyn. Lo que comenzó siendo un regalo para que su mujer demostrara que podía ser una actriz dramática capaz - lo cual después de esta película quedó demostrado fehacientemente - acabará por provocar su definitivo colapso, ahondando más y más en la trágica inseguridad que la sumió durante toda su vida.
La figura de Clark Gable, ídolo de la infancia de Marilyn, resulta conmovedora a la par que maldita. El otrora gran estrella de Hollywood se encontraba pasando una mala racha vital, bañada por su afición maratoniana al cigarrillo y a los licores de alta graduación. Huston dio en el clavo: juntó en un mismo set de rodaje a tres actores que no necesitaban realizar ningún papel ficticio, solo ser ellos mismos dentro del genuino ocaso del american way of life del oeste americano. Cito una sinopsis que realizan en El País que resume de una manera fantástica la película:
La historia de una chica que viaja a Reno para divorciarse y del grupo de vaqueros que allí conoce, cazadores furtivos de caballos salvajes, estaba llena de diálogos que hoy es imposible leer sin sentir un escalofrío. Una de esas historias de perdedores que ya no tienen nada que perder. Gable (Gay Langland, el viejo vaquero del que es imposible no enamorarse hasta los huesos) le dice a Marilyn (Roslyn, esa chica triste capaz de hacer feliz al más miserable de los hombres): "Algunas veces tenemos que irnos, con motivo o sin él. Morir es tan natural como vivir. Y un hombre que tiene miedo a morir tiene miedo a vivir". Resulta difícil no intuir algo perverso en la mano de Miller, el hombre que movía los hilos de la ficción sabiendo demasiado de su trastienda.
La poética con la que Huston, de forma magistral, logra aunar la soledad de sus personajes junto con la desoladora imagen de las vastas llanuras desérticas de Nevada impregna cada plano de la película. En cierta escena el personaje de Marilyn llega a preguntarle al de Clark Gable que dónde tiene su hogar mientras se encuentran de camino a un rodeo en la furgoneta del segundo. "todo lo que ves es mi hogar, es a donde radico y pertenezco" señala el viejo cowboy durante su viaje por la interminable carretera, solo limitada por el horizonte.
No es asunto baladí que Huston eligiera el estado de Nevada para llevar a cabo esta obra maestra del cine clásico estadounidense. ¿Dónde mejor para traer la historia de tres personajes que no encuentran su significado, su lugar en el mundo? En palabras de Isabelle (Thelma Ritter), la casera de Marilyn en el largometraje, podemos sonsacar a base de sarcasmo de primer nivel el motivo de esta decisión:
The Leave It state. Ya got money you want to gamble? Leave it here. You got a wife you want to get ride of? Get rid of her here. Extra atom bomb you don't need? Blow it up here. Nobody's gonna mind in the slightest.
Vemos que el personaje de Montgomery Clift, Perce, no deja de ser otra víctima de este nihilismo tan característico del fin de una forma de vida como la que nos representa Huston. Venido de la costa este y con una relación más que tortuosa con su familia, decide emigrar al oeste y ganarse la vida en los rodeos del estado de Nevada, aunque esto conlleve un peligro más que notorio a su salud, de la cual Roslyn se preocupará durante todo el transcurso del filme. La empatía que muestran ambos entre sí solo es posible por la sensación de estar viviendo la misma realidad, la exacta miseria existencial que ha provocado que se encuentren en este sitio perdido de la mano de Dios.
Mientras cada plano nos va presentando amablemente el siguiente, Huston realiza un análisis psicológico brillante de cada uno de sus personajes, con sus luces y sus sombras, que acabarán saliendo a flote en un compendio de escenas finales cargadas de dramatismo y simbolismo, en las que la caza de unos Mustangs (raza de caballos típica de Norteamérica) acabara por presentar un dilema ético de primer orden y provocar así que cada uno de los allí presentes actúe realmente como su ser dictamina.
El fin de los cowboys como banda sonora de fondo junto con la trágica existencia de una actriz de leyenda como Marilyn Monroe - en el mejor papel de su carrera - conforman lo que a todas luces puede denominarse como el fin de una era cinematográfica, acompañada por la muerte prematura de dos de sus protagonistas, generará este genuina aura de película maldita que llega a nuestros días. Pero qué película.
Pros:
Cada plano, cada diálogo desbordan vida y sufrimiento por doquier, dejando al espectador extasiado a la par que fascinado. Toda una oda a la soledad y sus irremediables consecuencias.
Contras:
¿Sinceramente? tendría que rebuscar mucho para poder encontrar uno de peso. Se lo dejo al lector/a que la haya visto o tenga pensado hacerlo.
Nota personal:
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