Bueno bueno, hoy traigo a todos mis lectores más cinéfilos una crítica muy especial, una película que podemos tratarla como un clásico de entre los clásicos del séptimo arte: "Un Hombre Tranquilo" - The Quiet Man -, de 1952. Tampoco es de extrañar catalogarla de esta manera, ya que cualquier pieza que lleve la imprenta de John Ford entra directamente y sin miramientos en la escueta lista de películas imperecederas, aquellas que retienen en la memoria de sus incontables espectadores el sentimiento de nostalgia más pura, encapsulada con maestría en este caso en el pequeño pueblo de Innisfree, lugar al que regresa Sean Thornton (John Wayne), después de muchos años en EEUU ganándose la vida como boxeador. La vuelta de nuestro protagonista a sus raíces, the place where i belong como diría el propio Sean, no es más que una declaración de intenciones por parte de Ford. De ascendencia irlandesa, no se le ocurrió mejor manera de honrar a la tierra de sus ancestros que filmando esta magnífica película.
Después de una escena inicial donde el recién retornado llega a una estación de tren perdida de la mano de Dios, donde conocerá a varios trabajadores de la misma, cada uno más gracioso que el anterior, prosigue con su intención de emprender el corto camino que le queda hasta Innisfree. En este caso será ayudado por Michaleen Flyn (espléndido Barry Fitzgerald) que le invitará a subirse a su carromato y dirigirse hacia la pequeña localidad, destino de nuestro protagonista. Durante el transcurso de la travesía, Ford nos regala unos preciosos paisajes de su Irlanda natal hasta que Sean divisa, desde un puente de piedra que cruza un arroyo de ensueño, su ancestral casa, la cual tiene el nombre de Blanca Mañana. Es aquí cuando Michaleen reconoce al adulto que en su memoria no dejaba de ser un niño, el pequeño Sean Thornton, quien se había convertido en todo un hombre y se encontraba dispuesto a recuperar el antiguo hogar familiar.
La marcha reanuda y ya pocos kilómetros distancian a nuestros personajes de la pequeña Innisfree cuando, de pronto, Sean observa un vasto prado verde esmeralda y un rebaño de ovejas bajo la tutela de una bella mujer de cabellos color cobre de la cual, como si de una visión onírica se tratara, quedará prendado. ¡Ve con cuidado!, le dirá Michaleen, porque es Mary Kate Danaher - Maureen O´Hara, seguramente en el mejor papel de su carrera -, una mujer de armas tomar y tan irlandesa como la cerveza, se podría afirmar. Esto no hará mella en el ánimo de Sean, quién tratará de cortejar a la hermosa dama por todos los medios posibles, con la vehemente oposición del hermano de esta, Will Danaher (Victor McLaglen), que no cejará en el empeño de impedir la unión de ambos.
Con esta breve introducción espero haber abierto el apetito del lector/a, con la intención de que se entregue al cine más puro, auténtico y sencillo; y disfrute de una de las historias de amor, con altas dosis de humor, más enternecedoras jamás realizadas en la gran pantalla. La relación que va surgiendo entre Sean y Mary Kate mientras el pueblo de Innisfree, repleto de pintorescas personas, es testigo de las idas y venidas y de los continuos vaivenes a los que se enfrentan esta joven y, a su manera, apasionada pareja, provocará una continua sonrisa y un sentimiento cálido y hogareño en el espectador, generando la extraña sensación de conocer a los personajes desde la niñez.
En definitiva, un producto hecho a mano, de primerísima categoría y que dejará con un regusto más que dulce a quién se aventuré en esta bella epopeya por tierras irlandesas, brindándonos una bucólica historia de amor que desprende un aroma nostálgico pero bello, muy bello.
Pros:
Posiblemente, la mejor comedia romántica de la historia del cine.
Contras:
Ser consciente de que no volverás a ver una película igual, lo que puede llegar a ser duro.
Nota personal:
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